En primer lugar, agradecer a todos vuestra dedicación y vuestras respuestas. Todas ellas están en sintonía, de una u otra manera, con la situación.
Ahora que sé, Diable, que planteáis la lectura como un diálogo, allá van los datos, para arrojar un poco de luz y tratar de aclarar el tiraje.
Mi “pareja” desde hace 10 meses (si es que puede llamarse así a una relación que se rompe y se retoma cada 15 días) es un hombre 5 años más joven que yo, del que me enamoré pronto, con el que la relación está estancada por falta de confianza por su parte debido a un “tropezón” mío en los inicios, que traté de ocultar con una mentira. Continuamente en los últimos 7 meses, convivo con su desconfianza, sus interrogatorios, sus dudas y la rabia (difícilmente controlada) que, aún hoy, le produce aquello que sucedió al principio. El, radical en muchos aspectos, por ejemplo en cuanto a “la verdad” (no admite ni una mentirijilla piadosa o bienintencionada) dice querer estabilidad, tranquilidad, formar una familia... con una pareja en quien pueda confiar. Mis inquietudes espirituales, en el mejor de los casos no le interesan (esa es mi sensación); en el peor, suponen un peligro para una vida estable y convencional (puedo conocer a alguien más interesante, "írseme la olla", etc etc). No percibe, creo, mi intuición, mi sabiduría profunda (la poca o mucha que yo tenga). Sin embargo, yo estoy decidida a lanzarme a la vida de pareja con él; bastaría con que pasemos la página del pasado, confíe en mí y nunca más volvamos a hablar de ello. En lugar de eso, y mientras tanto, discutimos, nos herimos y sufrimos, incapaces de salir de esta situación. En efecto, Anna: yo he hecho mi elección... pero el elegido no termina de decidir depositar su confianza en mí (permanece a la espera de que demuestre que la merezco).
Mi ex pareja (5 años más que yo) (¿el hombre mayor de Diable?), y con quien compartí 15 años de convivencia; un hombre con quien descubrí el amor verdadero, con aparentes intereses espirituales... que al final quedaban en agua de borrajas. Separados desde hace 5 años, hace 4 años sufrió un gravísimo accidente de tráfico con hematomas cerebrales desde el cual tengo la sensación de que está algo “desconectado” de la realidad. Hace tres meses tuvimos un encuentro fortuito que por un momento me hizo echar de menos el pasado (sí, Flavio). Visto con perspectiva, pronto sentí que esa nostalgia sólo se debió a mi durísima situación con mi pareja actual, y a la compasión por él; hablando con él descubrí que esa historia está cerrada. Mi ex pareja también quería una familia estable y convencional, y tampoco tomaba muy en serio mis intereses menos “terrenales”... En algún momento me sentí como un “instrumento” suyo para alcanzar una vida “aceptable”...
Y luego estoy yo, Etoile
. Mujer de 41 (buf...) a la busca de su lugar en el mundo; y también de su alma gemela, como dice Diable. También quiero una unión estable, tranquila, una familia (no tengo hijos, y lo deseo con toda mi alma), y vivir todo ello con los pies en la tierra... y la cabeza en el cielo. Creo que mi realización pasa por ser madre de mis hijos (biológicos o no) y por ayudar, aún no sé a quién ni cómo ni cuándo; cada vez que me pregunto qué he venido a hacer a este planeta, mi corazón me da esta respuesta, nítida y persistente (sin muchos más detalles, eso sí). Sin embargo, tengo un trabajo “alimenticio” (al que por supuesto estoy muy agradecida) que no me llena y que intuyo que no tiene otra misión que sostenerme económicamente... para abrir una “segunda vía” más acorde tal vez con mis inquietudes espirituales y mi creatividad (por ahora apenas canalizada), pero que no acierto a identificar. De todo esto, Anna, nace mi intranquilidad; pero sobre todo de ver que mi relación no termina de definirse.
Y en esta situación, mi alma se muere de sed. Hoy he soñado que una niña pequeña me suplicaba, llorando desconsoladamente, que le diera agua... y se me acercaba en la oscuridad, desnudita, extendiendo su mano hacia la mía.
Gracias a todos por vuestro tiempo.
Con afecto,
Etoile.